Niebla tras niebla

Niebla tras niebla



Desde lo más hondo de la claridad
la noche parece un leve chispazo.
Una minúscula mancha rociada de pedrería.
Algo tan remoto
como la escueta silueta del viento,
tan quebradizo como la mirada que se despide.

No tiene sentido pensar en negro
cuando un instante de ti lo amanece todo.
Este ya que me deslumbra la boca,
me ciega los labios, me llama en voz alta,
me completa como nada lo había hecho.


Las manos ya no rebañan el ayer
y en la cima de la calma, respiro,
hasta  hincharme de este presente tan nítido.
Hoy el mundo es perfecto;
vestido de insistente y cuajado gris,
húmedo, triste, solitario y somnoliento,
pero hermoso.

Me siento en la cúspide del beso más literario,
dispongo de licencia para reír, sin máscaras.
El olor de la lluvia es tupido y palpable.
Mira cómo despierta diciembre y escucha;
regresa cargado de bruma,
de aires que suenan a gaita lejana
y que saben a frío recién sacado del horno.


Tengo un montón de abrazos
que comienzan a temblar.
Y tengo innumerables días
para que mis ojos cambien de traje,
siguiendo viso a viso la gama del crepúsculo.

Tengo tu mano en la retina de mis dedos.
No me abandona el eco de las caricias
aunque camine sin su roce, niebla tras niebla.
Un pedazo de mis horas es tuyo…
Te lo regalo sin condiciones…




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